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El reencuentro, parte 2

  • Photo du rédacteur: Lucia Trouiller
    Lucia Trouiller
  • 1 nov. 2021
  • 3 min de lecture

Fue mi hermana Paolina quien fuimos a recibir en el aeropuerto de Dar es Salaam. Por fin llegó ese momento tan esperado: las tres juntas, listas para nuevas aventuras.


Después de más de 3 meses sin vernos ¡teníamos muchas historias que contar! El segundo día de nuestro reencuentro, cogimos un bus, a primera hora de la mañana, hacia Iringa, ciudad en la que estuve un mes, para mi segundo voluntariado. Por supuesto, fuimos a visitar a mi familia tanzana de adopción, la familia de Casto. Tenía muchas ganas de que mi hermana y mi madre los conocieran. Nos acogieron amablemente y nos alojaron durante la noche. Me alegré mucho de volver a verlos, y ellos se alegraron de verme. Modesta, la mujer de Casto, nos preparó un maravilloso "Wali pilau" (arroz con especias), una comida festiva aquí. Jugamos con Bless, el hijo de Modesta y Casto. Nos seguía a todas partes. Mi hermana no quería dejarlo, es tan mono.


Al día siguiente, otro bus nos llevó al punto de encuentro para una excursión por la selva tropical en las montañas Udzundgwa. Con un gran equipo de guías y guardabosques, caminamos hasta la cima de la cascada Udzungwa, de 170 metros de altura, para llegar a un campamento donde pasamos la noche. Aquí cenamos todos alrededor de un gran fuego y luego dormimos en tiendas de campaña. La naturaleza era, como siempre, suntuosa. Incluso vimos algunos monos. Nos despertamos al amanecer para ver la salida del sol, sentadas en una roca en medio de la cascada, con vistas a todo el valle. ¡Una vez más, un momento de felicidad compartida! Luego bajamos al pie de la cascada, para bañarnos en una gran piscina de agua transparente, muy fresca y pura: tan agradable. Gracias Bensafari!



La siguiente etapa del viaje: el safari, imprescindible en África del este. Elegimos el Parque Nacional de Mikumi. Nos levantamos al amanecer para tener la oportunidad de ver el mayor número de animales posible. Primer encuentro raro: un león descansando bajo su árbol, ¡misión cumplida! Luego, un montón de animales de la sabana: cebras, elefantes, búfalos, jirafas, etc.



Viajar de mochileras, no siempre es fácil, así que nos quedamos dos noches en Morogoro, el tiempo de disfrutar de un largo sueño. También aprovechamos para descubrir la vida local, y para ir al mercado a buscar unos preciosos "Kitenge", tejidos tanzanos.


Una vez recuperadas, un bus nos acercó a Dar Es Salam, para coger, a último minuto, un ferry en el océano Índico: dirección Zanzíbar. Al llegar a Stone Town, una ciudad llena de historia, paseamos disfrutando del ambiente animado.





Tras dos días, volvimos a navegar en ferry hasta Pemba, una pequeña isla al norte de Zanzíbar, que forma parte de su archipiélago. Nos alojamos en el Lala Lodge, una casa de huéspedes directamente en la playa, que sirve deliciosas y abundantes cenas. Era un lugar muy acogedor, donde pasamos tiempo en la playa y jugamos con los niños del pueblo. La cultura de Pemba sigue intacta. Los lugareños viven de forma muy sencilla y, a diferencia de Zanzíbar, el turismo no se ha impuesto.

Era la temporada de secado del clavo, muy cultivado en la isla. Las calles se llenaron del dulce olor de las especias.





También hicimos una excursión de un día a la pequeña isla de Misali, que tiene fama de ser un paraíso. El tiempo fue malo ese día, aunque unos rayos de sol nos permitieron disfrutar de la magia de la arena blanca, el agua turquesa y los maravillosos peces tropicales del arrecife de coral. En este lugar de anidación de tortugas marinas, pudimos sostener a las tortuguitas rescatadas, que serán liberadas de nuevo en el océano cuando sean mayores: ¡qué bonito!




Cogimos un último ferry, en una noche de luna llena, que nos llevó de vuelta a Tanga, una moderna ciudad costera del noreste de Tanzania, encrucijada del comercio durante siglos. Desde allí, un taxi nos llevó a Pangani para pasar nuestra última noche, acampando junto al océano Índico. Casi las únicas clientes, fue un placer disfrutar de tanta paz y tranquilidad, antes de llevar a las chicas de vuelta al aeropuerto de Dar es Salaam.

Fin de su escapada, ya... En cuanto a mí, ¡el viaje continúa!

 
 
 

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